JOHN KENNEDY
El asesinato
de John Kennedy, la sospechosa “bala mágica” y las más oscuras teorías
conspirativas: a 55 años del Informe Warren
El Lincoln negro
descapotable va a paso de hombre por la avenida. Tiene tres filas de asientos.
En la primera van el chofer y un agente el servicio secreto. En la segunda el
gobernador del estado y su esposa. En la tercera el matrimonio que todo el
mundo había ido a ver pasar: John
Fitzgeral y Jackie Kennedy.
Una pequeña
multitud al costado del camino despejado los saludaba; algunos hacían ondear
una bandera. De pronto se escuchó un ruido seco y abrupto. Unos segundos
después -tal vez fue más inmediato todavía- ese ruido se repitió. Ya todos los
que lo escucharon pudieron identificarlo: eran
disparos. El
gobernador de Dallas se contoneó y se inclinó hacia su izquierda. El presidente
de Estados Unidos se agitó en su asiento. Otros tres segundos, otra detonación.La cabeza de JFK se sacudió con violencia. Kennedy
se desplomó mientras la cara se deshacía en un gesto de dolor. Jackie, su
esposa, se desesperó y subió hacia la zona del baúl.
Su traje rosa y su sombrero producen un contraste
grotesco con la tragedia. Gateó por la parte de atrás de la carrocería hasta
que un guardaespaldas logró hacerla ingresar al auto de nuevo, que ya asumida
la gravedad de la situación, aceleró para alejarse del lugar
No se sabe
qué buscaba Jackie. Algunos sostienen que su instinto le indicó que debía
recoger, con alguna esperanza, la masa
encefálica de su marido diseminada por todo el auto; otros creen que
intentó subir la capota para protegerse. También están los que afirman que en
la desesperación, fuera de sí, intentó salir del auto por atrás.
El resto del camino Jackie sostuvo la cabeza de John en su regazo.
La sangre empapó y tiñó su conjunto Channel. Ella procuraba que el
cerebro de su marido dejara de escabullirse del cráneo. Cuando el
auto se detuvo en la explanada de Parkland, el hospital principal de Dallas,
poco podían hacer los médicos. Sin embargo teniendo en cuenta la relevancia del
paciente, estuvieron 40 minutos intentando lo imposible. Traqueotomía,
maniobras de resucitación, vías en los brazos. Nada se podía hacer. John Fitzgerald Kennedy había sido asesinado ese 22 de
noviembre de 1963.
Abraham Zapruder, un
comerciante norteamericano de origen ruso, estrenando su cámara Súper 8 de Bell
& Howell, registró el hecho. Él sólo pretendía fijar el paseo
presidencial para mostrarlo en reuniones familiares. Nunca pensó que pasaría a
la posteridad. De otra manera se hubiera preocupado por su pulso, para que la
imagen no saltara. Lo de la poca definición, lo del granulado de la imagen no
fue culpa suya: eran los límites de la tecnología de la época. Pero esa
filmación, con sus imperfecciones, con el registro del hecho pero sin aportar
demasiadas certezas, se convirtió en un
documento ineludible y, al mismo tiempo, en metáfora del asesinato: en
esos fotogramas vemos qué sucedió, presenciamos el crimen, pero nunca tendremos
claro la manera exacta en que sucedió.
A la
convulsión natural que le sigue a lamuerte violenta de un presidente, debía
sumársele que Kennedy no era un presidente cualquiera. La juventud y el
carisma, la esposa, los hijos chicos, la sonrisa seductora, el nuevo lenguaje
político que aportaba. La década que venía a modificar todo tenía en Estados
Unidos a un presidente acorde. Todos esos factores multiplicaron el impacto.
La policía detuvo con
velocidad a Lee Harvey Oswald a quien se le adjudicó el homicidio.
Una fuga y
el enfrentamiento con un policía, además del hallazgo del arma homicida y
casquillos de bala parecían probar los hechos. En esas primeras horas empezaron
a surgir oscuros datos del pasado de Oswald. Pero dos días después mientras era
trasladado esposado, en medio de un aquelarre de periodistas y curiosos (se
calcula que había más de 300 personas en el lugar, sin restricciones de
circulación), un hombre se interpuso en su camino y cara
a cara le asestó un disparo mortal desde centímetros de distancia.
Jack Ruby con televisación en directo para todo el país había
matado al asesino de Kennedy. Como no podía ser de otro modo,
el pasado de Ruby. Un hombre con contactos con la mafia que había hecho de los
pequeños delitos su modo de vida. Ruby fue juzgado y con velocidad condenado a
muerte. Pero esa sentencia se revocó y murió unos años después en prisión
mientras esperaba un nuevo juicio. Esta sucesión de hechos
terribles exigía que el nuevo gobierno (el vice presidente Lyndon Johnson juró su nuevo cargo en
el avión presidencial a horas de los disparos en presencia de una estoica
Jackie) tomara medidas inmediatas y se mostrara activo.
Una semana
después del magnicidio, el presidente Johnson creó una comisión
autónoma para que investigue los hechos y brinde un informe a la nación. La
comisión presidencial rápidamente tomó el nombre de su cabeza, el entonces
presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, Earl
Warren. Los otros miembros eran personalidades notables. Estaba Gerald Ford que luego sería presidente
del país, el congresista Hale Boggs,
el senador republicano John Sherman
Cooper, el ex director de la CIA y famoso espía Allen
Dulles, el ex presidente del Banco Mundial John
McCloy y el senador demócrata Richard
Russell.
El gobierno le adjudicó recursos, asesores y una
misión: dilucidar
el asesinato. Se suponía que
del trabajo de estos notables surgiría la verdad. Y que esa verdad ayudaría a
paliar los efectos del hecho que había traumatizado a Estados Unidos. Había que
actuar rápido, con claridad. Lo peor que podía suceder era que el hecho permaneciera
en las sombras. La tarea era encontrar una explicación a lo inexplicable, para
que las teorías conspirativas y las especulaciones no tomaran el centro de la
escena
La Comisión
tomó cientos de testimonios. Personajes de toda índole se sentaron frente a los
notables para aportar información, plantar pistas falsas, tejer conspiraciones
o sumar incongruencias. Policías, espías, políticos, mafiosos y periodistas
testificaron. También analizaron pericias forenses, informes de balística,
exigieron nuevas autopsias y miles de documentos secretos.
A fines de
septiembre de 1964, a diez meses del asesinato de Kennedy, la Comisión Warren
cerró sus actuaciones y entregó sus conclusiones finales al presidente Johnson.
Sus integrantes sabían que de ellos se esperaban respuestas. No podían dejar
zonas grises, su actuación no resistía especulaciones ni matices.
El Informe
fue terminante:
- Oswald
mató a Kennedy. Lo hizo solo, sin ayuda de nadie.
- Fueron
tres disparos de los cuales dos impactaron en Kennedy.
- Lo hizo
por su estado de alteración mental. No tuvo una motivación política.
- Disparó
desde el sexto piso de un depósito que estaba al costado de la avenida.
- En su
fuga disparó y mató a un policía
- Jack Ruby
mató a Oswald también sin ayuda de nadie. La policía sólo cometió el error de
no ser estrictos en alejar a la gente del lugar.
- Ningún
miembro del gobierno estuvo involucrado ni participó de una conspiración para
asesinar el presidente.
- El FBI,
encargado de la custodia presidencial, procedió con métodos anticuados. Esa
desactualización en los procedimientos debía ser subsanado en corto plazo.
El Informe
Warren con sus certezas provocó el efecto contrario al buscado. Esa cadena de
coincidencias fatales, de solitarios personajes delictivos que se unen por mero
capricho del destino, que contaban con espíritu quijotesco y actuaban solos sin
conexión con nadie y sin mayor motivación que su alteración mental, no convenció a nadie. El punto
que mayor resistencia provocó fue el de la
explicación de la trayectoria de una de las balas. Desde ese momento pasó a
ser conocida como La
Bala Mágica, mote que se ganó por la trayectoria inverosímil que la
Comisión Warren le atribuyó. De los tres
disparos de Oswald, el primero fue fallido. El segundo sería el de la Bala
Mágica. Y el tercero el que impactó en la cabeza de Kennedy.
El derrotero de ese proyectil con súper
poderes fue, según la Comisión, extenso y variado. Primero atravesó el cuello
del presidente, luego siguió hacia el pecho del gobernador Connally que estaba
sentado en el asiento de adelante, de ahí salió y pasó por su muñeca para
terminar alojada en sus muslo. Todo ese recorrido y por todas esas estaciones
pasó la bala. Atravesó 15 capas de ropa (pasó por el medio del nudo de la
corbata presidencial) y entró y salió tres veces de dos cuerpos diferentes
La lógica
atenta contra la verosimilitud de esta conclusión del Informe Warren. A partir
de allí las teorías conspirativas se
esparcieron con una velocidad inusitada. Ante esas certezas declamadas por
la Comisión pero de escaso sustento probatorio y lógico, cualquiera se sintió
habilitado para plantear su propia hipótesis. Las lagunas e inconsistencias de
la investigación oficial, la falta de pruebas, el rápido asesinato de Oswald,
el pasado sinuoso de Ruby y su silencio infranqueable, las falencias de la CIA
y el FBI, lo permitieron y abonaron las sospechas.
En 1976 se creó una nueva comisión. El Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos tuvo a su cargo dilucidar las muertes violentas de John Fitzgerald Kennedy y Marthin Luther King. Trabajó durante casi tres años. En 1979 presentó un informe que contradecía y condenaba a la Comisión Warren. Sostenía que el asesinato fue, probablemente, fruto de una conspiración. Que las agencias del gobierno y la Comisión ejecutaron su misión con notables falencias. Y abona la teoría de un segundo tirador desde otro ángulo
Muy interesante me gustó:0 bueno aparte de que si me gustan mucho las teorías xd
ResponderEliminarSúper interesante, y va de acorde a mis intereses, sigue así. 💗
ResponderEliminarJuelaaa que interesante
ResponderEliminarVaya dato perturbador!!
ResponderEliminarAHAHAHAHHAHAAAHAH 😹
EliminarMuy buena información, es importante conocer acerca de estos hechos que sucedieron en esa época para ampliar nuestra cultura general.
EliminarInteresante informacion❤
ResponderEliminar¡Lo sabía!
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